Frumentaria. A Javier González Granado, por su hospitalidad.

Frumentaria

Frumentaria

I
Yo te divisé, bella ya, desde la altura...
mas luego, a ras de agua, con premura,
hacia ti bogando avante la barca alada,
loco por conocerte, y ya mi amada,
idílica Frumentaria...
ísola que murmura...
quedé quedo, y mi alma tan colmada
por tu sencilla magnificencia, tan palmaria...

Entonces descubrí tu singular rada
de salinas y estanys abrazada
concisa tierra de sol y sal,
milenaria, serena, desnuda, integral...

En tu mágica playa, luego, dar,
de conchas del piélago enamoradas,
de libertad y cremosa blancura
que besa un mar de cristal
de etérea y grácil textura...
de cosquilla transparente,
y vaivén impenitente:
“el nuestro, entre las tierras,”
azul que al Caribe enmudece,
y deja en silencio prudente,
de hermosura sin igual,
y un azul, o rubí, o anaranjado,
bendito, impar o iterativo, fractal
de luz y tempo crepuscular,
cuando el astro rey languidece,
mar que suavemente mece,
tan milagroso arenal...

Entonces sucedió...
¡Es él!, porque se oscurece,
suena la marcha imperial,
¡son ellos!, ¡cuántos recuerdos!...pero...
Lo que el ojo no vio:
¡Si no es la segunda hilera!
¡si esto es cosa magistral!...
¡No veo caídos de la higuera
en la armada contracultural...!
No son cuentos del futuro:
¡que son presentes y ciertos!
Y en formato familiar,
escuché genial concierto
de músicos virtuosos
en vela, bien entregados,
gloriosamente empastados,
en vena, bien afinados,
vivos, seguros, armoniosos...
¡Un concierto prodigioso!

¡Hombre! eso es fila de primera:
los del lado tenebroso!
el grupo más talentoso,
pus no es báquico arrebato,
mas inspiración en calma,
porque todo resplandece
porque traen la primavera
y mi tronco reverdece,
porque se ensancha mi alma
que se sonríe y libera,
y a cada minuto engrandecen,
tal cual fue la vez primera...

II
Fue al día siguiente.
No era el día, más fue la fiesta.
La más azul. La más sorpresa.
Cómo no, junto a la orilla...
Junto al egeo hangar
de visitantes de otra tierra.

En la sombra de la negrura,
la menos esperada
y sabiamente programada...
Nacida de la dulzura...,
al amor debida, de amistad tramada,
y lo digo y lo repito, de luz azul toda:
de sol de piedra de luna,
aguamarina y verdosa,
disolvía la amargura
con la tarta más umbrosa,
dorado caldo, como el de Escocia,
y humos de Cuba rumbosa...
y era la más sana, azur y pura
de todas las jodas de las jodas...

III
Más allá, solo, sobre la roca, tu ayre...
tu lejano y recto horizonte,
tu faro de luz en la noche...,
Frumentaria,
pelada a los bruscos vientos,
pulida a la brisa leve,
tu cabeza es salada,
y tu pie turquesa te mueve
en métricos ritmos acunada...

De pie, erguido en el límite de Frumentaria,
casi rozar el vacío asomado,
casi rezar al Altísimo en el acantilado,
yo pude contemplar la inmensidad
de tu ponto esmeralda y zafiro,
y evocando la mítica Arcadia,
en aquel mar de la tranquilidad,
quedé quedo, de extremo a extremo asombrado,
de extremo a extremo tu paraíso descifrado,
alzado en tu calzado al meridión de balearia...

Lejos de la luz del cortado,
en su interior cavernoso
antaño de sabias jodas celebrado,
onírico, surreal y burdo,
ayer, en Colubraria el lado oscuro
quedó negro del absurdo,
aún retratado, en la humedad de la gruta
con objetos raros y oxidados
abandonados en la piedra de su muro...

Y aún justito a punto de iniciar viaje al Centro de la Tierra,
en busca del arca perdida o
de ciertas piedras embelesado,
quieto y encajado, echando ternos,
quedó bien engolfado
en las mieles de la boca del averno...
mas por la mano amiga alzado, salía triunfante piedra en mano
después de jurar un poco en arameo, y reír y reír como un enano...

Frumentaria,
después de ver al joven Verne
sin Joda ni puesta de sol binaria,
mas junto a todo cuanto a la amistad concierne,
después de soñar el firmamento;
y hollar tus epitelios tan rugosos
poblados de reptiles tan miedosos...,
Frumentaria, edén tranquilito,
sabia Frumentaria,
recibimos de rubia fresquita
entre los sotos de aquel sitio
la aúrea caricia más hospitalaria...

IV
A la vez que a tu calmado ocaso
de salitre, luz y espumas...
A la vez que a una belleza que ya abruma
y que adoro tiernamente palmo a palmo...
Ante tu llana mesa
lisa y humilde, que no pobre,
sino rica, pródiga y prodigiosa...
Altar pagano, me inclino...
Y mantengo la otra fe en ti, Frumentaria,
sucursal de aquel Olimpo divino,
de San Francisco y San Fernando
del Pilar de la Mola que mola,
de tu viento, de tu sol, de las olas
de tus aguas cristalinas...
y la quietud del espejo
en tus argénteas salinas...